El Comité Fratelli Tutti, de la Arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico, celebró el Viacrucis del Migrante desde Palo Seco hasta Isla de Cabra en Toa Baja. Este año, bajo la temática dominicanos y haitianos obligados a migrar, se buscó reavivar y visualizar el rostro sufriente del migrante obligado a huir y naufragar en el mar mortal hacia Puerto Rico. Se enfatizó que este camino se emprende de manera obligatoria; no voluntaria. Varios centenares de fieles dominicanos, haitianos y puertorriqueños se dieron cita como un signo del compromiso de unión entre las naciones caribeñas. Sacerdotes dominicanos y haitianos caminaron de la mano, como una cátedra sobre cómo rebasar todo tipo de nacionalismo. Entre los caminantes orantes, también incluidos boricuas descendientes de dominicanos y haitianos, se percibió un sentir de continuidad, compromiso e identidad.
Cabe destacar que, en el marco previo de la convocatoria del Viacrucis del Migrante 2024, el primer ministro de Haití Ariel Henry, llegó por unos días y desde suelo boricua renunció a días de la celebración del Viacrucis. Esto ante la realidad violenta de que las pandillas haitianas controlan más del 75% de la capital de esta nación.
Por su parte, el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM) dos días antes del Viacrucis del Migrante emitió una convocatoria para una “Jornada continental de oración” por Haití a celebrarse el Viernes de Dolores, 22 de marzo de año en curso. Esto solo es un contexto de la importancia y urgencia del tema que pretende visualizar y dar continuidad con el Viacrucis del Migrante.
La vía dolora fue presidida por Mons. Roberto Octavio González Nieves, Arzobispo de San Juan de Puerto Rico. A su lado caminaron Mons. Tomás González González, Obispo Auxiliar de San Juan. Oraron junto a ellos un conjunto de sacerdotes, religiosos y religiosas procedentes de las diversas diócesis de Puerto Rico; así como, de diferentes nacionalidades. El viacrucis por los migrantes comenzó este año en el Parque de Pelota de Palo Seco con fotos de personas torturadas y naufragadas en el mar elevadas por encima de la multitud. En esta ocasión se integraron a la procesión las banderas del Vaticano, Puerto Rico, Estados Unidos, Haití, República Dominicana, México, Perú y Guatemala. En el acto había hermanos procedentes de estas naciones latinoamericanas. Uno de los signos representativos en este año fue una yola simbólica en color blanco adornada con banderas dominicanas y haitianas cargada por hombres y mujeres que habían llegado hasta aquí en una yola como esta, pero de dimensiones mayores.
Tras pocas estaciones, atravesamos el mare mortis, en alusión a las palabras y pronunciamientos del Papa Francisco con el paralelismo en el Mar Mediterráneo. En la travesía entre las dos islas se desarrolló la mayor parte de las estaciones del Viacrucis queriendo representar con ello el transcurso nocturno que pasan los migrantes para llegar hasta aquí. En nuestro caso un camino de piedra, arena, tierra y asfalto; en el caso de ellos, un camino líquido que se torna de un azul cada vez más oscura mientras más se adentra en el mar. Concluimos dentro de Isla de Cabra en la playa con el Acto de las Banderas Lloran. De este participaron los dos obispos y el clero de la Diócesis de San Juan de Puerto Rico. Entre ellos hubo sacerdotes puertorriqueños, dominicanos y haitianos orando por los migrantes en general, los migrantes de Latinoamérica, los migrantes haitianos, dominicanos y puertorriqueños y para que sean creadas leyes justas que protejan la vida de los migrantes.